Sobre mi vida en época de exámenes - 12/02/2010
A continuación intentare recrear un día dentro de la rutina de vida de un estudiante universitario durante las vacaciones, época de exámenes.
Israel, Jerusalem, Mount Scopus, Meonot Reznik, Binian 16, Jeder 107...
Por tercera vez suena la alarma del celular, sabiendo que ya no se puede postergar más, inspiro hondo y tomo la decisión de levantarme.
Hoy mi Shutaf, Compañero de pieza, no se encuentra, por lo que todo es diferente, más silencio, mayor tranquilidad, y las acciones que procedo a relatar.
Ya despierto, a medio vestir, desconecto la computadora personal, quito el adaptador del enchufe de la notebook y lo conecto al cable del caloventor, para posteriormente enchufarlo y encenderlo con el fin de calentar el cuarto. El motivo de esta acción de desconectar, enchufar, encender, podría omitirse si la administración de los Meonot, albergues estudiantiles, no sería tan estricta con el horario en el que enciende y apaga los calefactores de las distintas piezas, siempre y cuando la temperatura ambiente de la ciudad sea menor, igual o mayor a los diez grados Celsius. Continuando con la actividad matutina, levante un toallón que estaba apoyado sobre una valija que tome prestada de mi hermano, la misma que lleve a la Isla de Rodas (Grecia) y aún no logre desempacar, calce mis Crocs truchas, recogí un Shampoo con olor a menta y un jabón liquido, los deposite en una bolsa, verifique que tenía la llave del cuarto y me dirigí, no sin antes quitarme el reloj, al baño compartido con todas las personas de mi piso.
Una vez dentro de la habitación de las duchas, trabe la puerta, me quite la remera, la ropa interior (calzoncillo) y para evitar que se moje la ropa, la guarde en una bolsa que por casualidad encontré junto al Shampoo y el jabón liquido, finalmente colgué el toallón en un perchero destinado a tal fin. Durante toda esta preparación, el agua corría, segundo a segundo, minuto a minuto, incrementaba su temperatura, una vez que encontré al agua en la temperatura deseada, retire el Shampoo y el jabón líquido de la bolsa e ingrese a la ducha sin cortinas. Una vez allí, vertí un poco de Shampoo en mi mano, lo frote con el poco pelo que me queda y me enjuague; (creo que esta lo suficientemente detallado para que quien desconozca el sistema de lavado de cabeza lo pueda realizar) acto seguido, agarre el jabón liquido, lo apreté y deje todo su contenido en mi cuerpo, me enjabone, me enjuague y después de unos minutos de aprovechar el agua caliente, cerré la canilla. Tras haber cerrado la canilla y haber observado los recipientes de Shampoo y Jabón liquido, me encuentro con que el último se encuentra vacío, motivo por lo cual decido abandonarlo y dejarlo solo en la bolsa del tacho de basura. (Si, hay tacho de basura al lado de las duchas, y también, junto a los baños) Tomo el toallón y lo enrosco en mi cintura, dejo caer la llave dentro de la bolsa con la ropa, agarro con una mano el Shampoo, con otra mano la bolsa de ropa (y la llave) y tras destrabar la traba de la habitación de las duchas, me dirijo a mi habitación con el torso descubierto.
Frente a la puerta, sin soltar la bolsa y el Shampoo, ingreso la llave en la cerradura, giro la llave, y como por arte de magia se abre la puerta de una habitación más cálida de la que me había retirado. Sin dudarlo, doy un paso al frente y de está manera ingreso a mi casa de un ambiente, dejando atrás la puerta cerrada con llave. Una vez frente al caloventor, rápidamente y con una habilidad desconocida, retiro el toallón de mi cintura y con gran destreza seco mi cuerpo, arrojo el toallón al piso convirtiéndolo en una alfombra, metamorfosis que aprovecho para desprenderme de mi calzado, y pararme con mis pies descalzos sobre está. El tiempo durante el cual me encuentro con mi cuerpo desnudo, de pie frente al pequeño dispositivo que irradia calor es eterno, magnifico.
Vuelvo en mí, observo que dentro de la pileta, ubicada sobre uno de los tachos de basura que hay en la habitación, hay utensillos sucios del día anterior, balbuceo unas palabras en Hebrish, apago el caloventor, lo desenchufo y procedo a lavar con un poco de detergente y la ayuda de un elemento similar a una virulana el plato, los cubiertos y el vaso. En la medida que los objetos se van limpiando, los voy acomodando en una repisa que se encuentra al lado de la ventana, espacio que destine junto con Dima, mi shutaf, para tal fin, una vez terminado el proceso de lavado, cierro la canilla y comienzo a sentir que mi cuerpo se está enfriando. Decido abrir un bolso de ropa limpia que me traje de Tel Aviv y retirar de allí, para luego vestirme, un calzoncillo, un par de medias, una remera y un pantalón.
Mi estomago comienza emitir unos rugidos, al prestarles atención, entiendo de que ya es tiempo de preparar el desayuno. Tomo una taza de la repisa en la cual se encuentra los objetos recién lavados y que aún no guardamos en el armario, la dejo arriba de la mesa, dejo caer en ella (en la taza) cuatro cubitos de azúcar, e ingreso una cuchara plástica dentro de un frasco de café de gusto colombiano producido en Israel, la retiro e intento cubrir los cubitos de azúcar con el café, como con una sola cucharada no es suficiente, reitero el procedimiento pero en lugar de llenar completamente la cuchara, solo la cargo por la mitad. Levanto un poco la mirada y verifico que la Kumkum, pava eléctrica, tiene más del mínimo de litros recomendables para utilizarlo, observo detenidamente el enchufe y comprendo que se encuentra enchufado, por lo que decido encenderla y esperar. A los pocos minutos, el ruido del hervor junto al vapor que sale de la Kumkum me dicen que el agua ya se encuentra caliente, espero a que la luz, que indica que aún se encuentra en funcionamiento, se apague, la levanto y con una mano voy vertiendo el agua hirviendo dentro de la taza sin llenarla por completo, solo lleno ¾ de está. Vuelvo la Kumkum a su lugar y me dirijo a la heladera.
Al abrir la heladera se enciende la luz, y recuerdo que si tengo intenciones de cumplir con las normas halajicas de Shabat, debería desenroscarla y retirarla para que horas más tarde, cuando quiera retirar algo de la heladera, no encienda la luz, evitando así un Isúr, prohibición, finalmente, al ver la leche en la heladera, me olvido del pensamiento anterior y me pregunto sobre el buen estado de está, ya que usualmente no soy yo quien bebe la leche. Sirvo en un vaso plástico una medida aproximada de un dedo, y luego de probarla, encuentro que aún se conserva, por lo que sin dudarlo lleno el vaso descartable, devuelvo el sachet de leche a la heladera y continuo con la preparación del café, vertiendo, con una mano, el vaso de leche sobre el café con azúcar, al mismo tiempo que con la otra mano revuelvo con la cuchara plástica. Terminado el proceso de preparación del desayuno, dejo a un lado lo descartable y comienzo a buscar un chocolate para acompañar el café con leche.
Durante la ingestión de la comida más importante del día, escribo, borro y vuelvo a escribir... hasta que mi cuerpo me avisa de otra necesidad, por lo que busco un calzado, zapatillas rojas, ingreso mis pies dentro de estas, tomo un Borges, la llave, abro y cierro con llave, no sin antes haber salido de la habitación y me dirijo nuevamente al baño para dejar allí algunos elementos que mi cuerpo declaro como residuos. Luego de algunas hojas y haber hecho lo que tenía que hacer, me limpio, tomo el libro y retorno a mi casa, abro con llave, ingreso, me paso un alcohol en gel por las manos, me pongo el reloj que había dejado sobre la cama de Dima y continuo escribiendo.
Nuevamente el celular me avisa de que me tengo que preparar, agarro la mochila roja cuya marca es similar a un palo de jockey, retiro algunos papeles y una carpeta, ingreso un lápiz y luego de revisar que tengo el celular y plata, me dirijo a la espera del colectivo. El colectivo llego en el mismo instante que me habían dicho que iba a llegar, cual un tren ingles, ni un minuto antes, ni un minuto después. Arriba del colectivo nº 46 comenzó mi día en hebreo, intercambie algunas palabras con el colectivero, pague y recibí una tarjeta para 10 viajes agujereada en uno de estos, me senté y repase algunas palabras en francés que ½ hora más tarde me iba a tomar mi Janij,educando, de Peraj. Me baje del colectivo, toque el timbre en la casa mi Janij, espere que me abra y realizamos actividades diversas que no puedo compartir por motivos de confidencialidad entre janij – jonej, educador. Al salir de Pisgat Zeev, lugar de residencia del nene de quien soy como su hermano mayor, realice unos llamados telefónicos, converse sobre los sucedido días atrás en Ashkelon y subí a la línea 8 para bajarme en el Pesel Halaban, una estatua blanca a unas cuantas cuadras de mi casa. Todo el trayecto de vuelta a mi casa estuve acompañado por la lectura de un libro de Borges y pensamientos que se vieron interrumpidos al mostrar mi carnet de estudiante para poder ingresar al predio de los Meonot y con la aparición de una persona olvidada. Minutos más tarde, volví a ingresar al mundo de mis pensamientos, los volqué por escrito en la computadora y con el teléfono mediante comencé a desearles a varios amigos Shabat Shalom y averiguar donde comería esa noche de Shabat que seguramente sería en Jabad.
M. E. P.
Matías Ezequiel Petasny